lunes, 20 de julio de 2015

CAPÍTULO 4

HOLIIII!!! Qué tal? Yo muy feliz por... todo en general. Jajaja. Que sepáis que me ha costado muuucho hacer el capítulo (3 días nada mas y nada menos) y POR FIN CAPÍTULO 4. *Aplausos*.
Gracias, gracias. Sin más rollos (me enrrollo mucho,  lo sé), aquí está.


     CAPÍTULO 4


Moos, Moos, Moos. Mi cuaderno está lleno de esa palabra. He incumplido mi promesa de no enamorarme de él. Lo que me faltaba, en plena guerra pudiendo morir cualquiera de nosotros cuando al Capitolio le dé la gana. El profesor sigue escribiendo en la pizarra como si no hubiera un mañana problemas de matemáticas de lo más básicas. En vez de eso, me limito a pensar en todo lo que ha pasado en los últimos mil años.
  Panem, el país que se levantó de las cenizas de un lugar llamado Norteamérica. Pero se deterioraba poco a poco por desastres naturales, sequías, tormentas, incendios y mares, y la brutal guerra por hacerse con los pocos recursos que quedaban. El resultado fue Panem, con su Capitolio rodeado por trece distritos, que llevó la paz a los pocos ciudadanos que sobrevivieron a las guerras. Entonces han llegado estos días, en los que la gente de los distritos nos hemos rebelado contra el odioso Capitolio. Nos tratan como a sus esclavos, como si fuéramos escoria humana. Ahora estamos  en la peor parte: están empezando a lanzar bombas en algunos distritos que causan daños irreparables, tanto de personas como de edificios. Lo han hecho ya en el 3, el 8 y el 9. Solo espero que no hagan lo mismo en el nuestro; aunque no sé que es peor: ser esclavos de esa gente horrible o acabar muerta en esta guerra.
  Otro dato curioso es la ropa. Al principio el Capitolio y los distritos llevábamos ropa normal. Es decir una camiseta y un pantalón de cualquier color, con un abrigo en invierno o con unas sandalias en verano. Pero el Capitolio cambió mucho durante esos años. Primero empezó con la moda de los tatuajes que se fue haciendo más extremo hasta llegar a un punto en que la gente llevaba diamantes incrustados en el cuerpo o colores de todos los tipos desde tener la piel verde oliva hasta lila. ¡Son unos completos monstruos! Hay personas (si es que se pueden llamar personas) que se tiñen de rojo pasión y parecen que sangran. Por su acento de  altibajos con exagerados ademanes no sé muy bien qué decir. Es raro y no tengo ni idea de dónde ha salido. También llegó la moda de la ropa más estrafalaria. Llevan mariposas, flores gigantescas, coches enormes, ¡todo tipo de ser viviente o construcción lo llevan en sus "lujosos" trajes! No sé cómo no se dan cuenta de que a los demás nos parecen monstruos.
  -¡Willow! - me grita Coral, sacándome de mis pensamientos. Es famosa por sus pedazo gritos en el colegio. - ¿Vas a levantarte de esa silla o te vamos a tener que sacar en volandas?
  Aparecen Enddria y Moos a su lado, mirándome.
  -Hasta se quiere quedar en los descansos a estudiar. Tu siempre de sobresaliente. - me dice él riéndose. Es que es adorable... Pero, ¿qué? Me he vuelto loca, decidido, hoy me voy a un psicólogo. ¡Me he enamorado de Moos! Me hago una nota mental de que tiene que dejar de gustarme. No puedo ser la novia de mi mejor amigo porque luego cuando cortáramos, nuestra amistad se acabaría (sí, es la verdad, dos de cada tres parejas no acaban bien).
Lo mejor es olvidarse del asunto para siempre. Aunque no sé si podré evitar esa mirada tan dulce.
  -Sí, claro, vamos. - les digo a todos y cierro el cuaderno rápidamente por los grandes "Moos" apuntados. - ¿Qué habéis dado en mates? No he estado atenta.
  -Me encantan tus chistes, Will. Cuenta otro - se ríe Enddria.
  -Es verdad. No tengo nada escrito, ni siquiera me he traído el libro.
  -¡Woah! Te estás volviendo malota, ¿eh? - dice Moos dándome un empujoncito. Un escalofrío me recorre el cuerpo. - Yo te digo lo que hemos hecho. Ven.
  Me coge de la mano y me conduce escaleras arriba. En la última planta, la de los mayores, tenemos un pequeño escondite donde vamos a hablar y a veces, a comer las cosas que le robamos al profesor. No se lo quitamos realmente, solo es que estamos en un distrito pobre y más ahora en guerra, y él es muy rico. Por una manzana o un trozo de queso no se va a morir.
  Nuestro escondrijo está en un lugar al que nosotros llamamos El Basurero. Ahí van a parar todo lo que no quieren los profesores. Murales, lápices rotos, papeles varios, etc. Moos y yo nos conocimos cuando éramos muy pequeños. Los dos teníamos miedo a una niña diabólica que había en nuestra clase, así que decidimos hacernos un escondite secreto, solo para nosotros; nuestro Basurero. Solo hay una persona que sabe todos mis secretos, y esa es Moos. Todo se lo he contado ahí, y las paredes son las mejores para guardar esos sentimientos.
  -Bueno, hemos llegado. Por cierto, sabes que no hemos venido a repasar, ¿verdad? -me dice Moos, conduciéndome al interior de una pequeña puerta de cartón que construímos años atrás para tener un punto de referencia.
  -Lo sé -contesto riéndome demasiado alto, para después taparme la boca asustada. -¿Crees que nos habrán oído?
  -Te habrán oído a tí. Yo no he dicho nada.
  -¿Me entregarías a ellos?
  -Por supuesto.
  Puede que sea adorable, pero el empujón que le doy a continuación se lo merece.
  -¡Ay! -se queja.
  -Ya te vale. Sé que no me dejarías irme. -le digo acercando mis ojos a los suyos. Me doy cuenta de que nuestros labios están a pocos centímetros. Nuestras respiraciones agitadas, nuestros alientos mezclándose uno con otro.
  -Siempre estaré a tu lado. Lo prometo.
  -Júralo -susurro.
  -Lo juro.
Ahora nuestras bocas están a un pequeño movimiento de cabeza.
  -¿Quieres besarme?
Esa pregunta me saca de mi mundo feliz y vuelvo al real.
  -¡Por supuesto que no! -me doy cuenta de que es la peor contestación de amor de toda la historia. -Quiero decir, no es que no quiera, pero...
  -Pero, ¿qué?
  -Lo siento, Moos, no puedo.
  Miro hacia otro lado, esperando a que las lágrimas salgan. No quiero que nada cambie entre nosotros.
  -Vale, tranquila, no pasa nada, todo está bien.
  Me abraza suavemente y me da un beso en la frente.
  -¿Quieres que hablemos de otra cosa? -me pregunta con un tono de voz muy paternal.
  -Prefiero irme con las chicas.
  -Pues vamos.
  Esa respuesta me asombra.  Normalmente es a él al que le encanta este sitio. Pero puede que esté sentimental por lo que acaba de pasar.
  Damos media vuelta y salimos por la puerta de cartón.
  -Bueno..., me voy con mis amigos. -me dice.
  -Adiós. -digo bajito.
  -Adiós. -susurra él con el mismo tono.
  Moos es el que se va primero. Yo me dirijo al lado contrario, donde Coral y Enddria hablan.
  -...pues como te lo digo. Desapareció así como así. -Coral mueve las manos alteradamente, consiguiendo captar mi atención.
  -¡El mío también! -se asombra la otra.
  -¿De qué habláis, chicas? -las interrumpo.
  Las dos giran sus cabezas hacia mí, esperando a que les dé una buena excusa para poder interrumpir su interesante conversación.
  -Lo siento. Seguid.
  -Hablábamos sobre que nuestros charlajos se han escapado. No sabemos cómo. Desaparecieron sin dejar rastro. -empieza Coral con una voz misteriosa.
  -Mi charlajo también se ha ido esta mañana. Mis hermanos se encontraron la jaula vacía. -comento
  -Qué extraño... -dice Enddria. -¿Por qué se habrán ido todos juntos, a la misma hora y el mismo día? Creo que algo muy malo está pasando.
  -Tenemos que averiguarlo. Veniros hoy a mi casa y lo vemos juntas, ¿de acuerdo?
  -¿Y yo no puedo ir? -la voz de Moos replica. Miro hacia atrás y aparece mirándome, abriendo la boca como si quisiera decirme algo.
  Pero hace algo totalmente diferente. Me besa. Un beso dulce, sin rencor de lo que ha pasado hace unos minutos.
  -¿Os habéis enterado de que somos pareja? -dice, agarrándome de la cintura.

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